miércoles, 18 de abril de 2012

EN DEFENSA DE CONCEPTOS CIENTÍFICOS

        

                 En mi peregrinar diario por diferentes blog, foros y páginas varias en el turbulento mundo de la Web,  no dejo de encontrarme con discursos y opiniones que usando torticeramente supuestos conceptos científicos intentan desprestigiar a la propia ciencia. No dejo de tropezarme con “sesudos” comentarios que pretenden darle una pátina científica a argumentaciones vacías o ilusiones carentes de toda lógica y pruebas que las sostengan, y que no tienen mejor manera de justificarse que rebajando hechos ciertos y probados por métodos científicos, equiparándolos con falacias que insultan la inteligencia humana, o exigiendo a la ciencia niveles de prueba y respuestas milimétricas que obvian totalmente en sus argumentos.
                Con estas líneas, que no pretenden ser más que un ensayo con el que descargar parte de la irritación que me causa la cabezonería ciega e irracional de quienes por otra parte se autoproclaman defensores de verdades únicas, me gustaría aclarar toda una serie de conceptos que permitan contextualizar de manera clara el uso y el abuso que padece la ciencia.
                Una de las mayores falacias con la que inevitablemente nos encontramos, es el desprecio o la negación de la Teoría de la Evolución con el tan manido argumento de que sólo es una teoría y que por lo tanto cualquier otra teoría es igual de válida. Antes de empezar a desarrollar el tema quiero resaltar el hecho de que he utilizado la palabra “falacia” para describir los ataques que se le lanzan, por que solo con falacias se puede obscurecer la verdad. Si se utilizasen mentiras estas serian fácilmente descubiertas a primera vista (ya se sabe el dicho “se pilla primero a un mentiroso que a un cojo”), por ello utilizan la falacia como método de argumentación que disimula su propia invalidez. Recordemos que la definición de falacia es: “razonamiento incorrecto que aparenta ser correcto”, o sea que una falacia no es tal porque la conclusión sea falsa, sino porque el razonamiento es erróneo.
                Decir “es solo una teoría”, es intentar descalificarla y ponerla a la misma altura no ya de una mera hipótesis, sino rebajarla a una simple suposición. Y es precisamente en la utilización de esta falacia donde reside la gravedad y perfidia de esta expresión, porque la Teoría de la Evolución es nada más y nada menos que una Teoría Científica con el nivel probatorio, de credibilidad, y conocimiento que ello representa. Una teoría científica es el más alto grado de explicación de cualquier hecho, es totalmente equiparable en cuanto a graduación a una Ley Universal, con la salvedad de que las Leyes universales solo tienen aplicación en matemáticas y en física, pero en cualquiera de las demás disciplinas científicas el más alto grado de conocimiento es el que se desprende de una Teoría.
                Una Teoría Científica es el planteamiento de un sistema hipotético-deductivo que constituye una explicación o descripción científica a un conjunto relacionado de observaciones o experimentos, es un paradigma establecido que explica gran parte o la totalidad de los datos con que se cuenta y ofrece predicciones válidas verificables. Y a esa descripción de conocimientos se la denomina Teoría solamente cuando tiene una base empírica firme, esto es, cuando:
  • ·         Es consistente con la teoría preexistente en la medida en que ésta haya sido verificada experimentalmente, aunque frecuentemente mostrará que la teoría preexistente es falsa en un sentido estricto.
  • ·         Es sostenida por muchas líneas de evidencia en vez de una sola fundación, asegurando de esta manera que probablemente, si no totalmente correcta, por lo menos es una buena aproximación.
  • ·         Ha sobrevivido, en el mundo real, a muchas pruebas críticas que la podrían haber falsificado.
  • ·         Hace predicciones que pueden algún día ser utilizadas para falsearla.
  • ·         Es la mejor explicación conocida, en el sentido de la Navaja de Occam, de entre la infinita variedad de explicaciones alternativas para los mismos datos.
Hay dos categorías de ideas que pueden desembocar en teorías: si una suposición no es respaldada por observaciones se conoce como una conjetura, en cambio, si es así respaldada, es una hipótesis. Muchas hipótesis resultan ser falsas y, por lo tanto, no evolucionan. Una buena teoría ha de ser capaz de realizar predicciones confirmables mediante nuevos experimentos u observaciones. Una teoría corroborada amplía el campo explicativo y permite actualizar el conocimiento de los hechos que se tienen del mundo. Las teorías actúan como hipótesis complejas sobre conjuntos de leyes establecidas por las teorías anteriores. Las observaciones experimentales las convierten en teorías científicas aceptadas como epistemológicamente válidas por la comunidad científica.
      Y por supuesto, una Teoría Científica JAMAS podrá ser reemplazada por meras conjeturas, hipótesis, suposiciones, presunciones, o cualquier creencia basada en experimentos no repetibles, anécdotas, opinión popular ó "sabiduría de los antiguos". Sin embargo, cualquier teoría  permite ser ampliada a partir del contraste de sus predicciones con los datos experimentales, e incluso pueden ser modificadas o corregidas, mediante razonamientos inductivos. La ciencia se constituye y, sobre todo, se construye por la ampliación de ámbitos explicativos mediante la sucesión de teorías que, aun manteniendo su valor de verdad en su ámbito explicativo, son falseadas por las teorías que le siguen. Un claro ejemplo lo tenemos en la Teoría Geocéntrica (la tierra como centro del universo y este girando a su alrededor), que fue desplazada por la Teoría Heliocéntrica que siendo formulada por Copérnico, fue en sucesivas ocasiones modificada y corregida por Galileo, Bruno, Kepler, Newton y perfeccionada por la Teoría de la Relatividad de Einstein. Por lo tanto es un insulto a la inteligencia la afirmación, que demasiado a menudo leo y escucho, de que la Teoría de la Evolución ya no es válida, o que “alguien” ha demostrado su falsedad, etc. Solamente podrá ser reemplazada por otra teoría que con mejores EVIDENCIAS demostrables nos aporte una mejor explicación.


Otra de las falacias con las que se intenta desprestigiar a la Teoría de la Evolución, es o bien pidiéndole explicaciones para las que no fue confeccionada, o resaltando aquellos puntos en los que no llega a dar explicación. Sobre todo me he encontrado con afirmaciones como que no puede explicar el origen de la vida, cuando resulta que la Evolución lo que nos explica es como se produce el avance de las especies, sin entrar en valoraciones o hipótesis sobre el origen de la vida. Es lo mismo que si quisieran desprestigiar el Teorema de Pitágoras por que con el no somos capaces de hallar el diámetro de una circunferencia. Y en cuanto a todos aquellos puntos para los que aún no da respuesta (por ejemplo que no explica la diferenciación de sexos en las especies), solamente desde la ignorancia más absoluta sobre el método científico se puede hacer afirmaciones tan infantiles. Una Teoría Científica no es la respuesta final, no es la solución, es nada más y nada menos que el punto de partida que nos permite tratar un problema. Ignorar todas las respuestas que nos da, incidiendo simplemente en aquello para lo que aún no encuentra solución, es como subir una montaña y en vez de admirar el paisaje preguntar porqué no hay un bar con terraza para sentarnos a tomar algo. Es un desprecio por todas las nuevas áreas de investigación científica (la genética, la sistemática, la paleontología, la embriología, la anatomía comparada, la biología molecular….) que usan las múltiples hipótesis derivadas de la teoría para avanzar en campos diversos entre los que podemos destacar los que nos permiten mejorar las vacunas y los medicamentos.
      Precisamente es tan amplio el abanico de disciplinas científicas el que usa la teoría evolutiva que como era de esperar surgen controversias, y dentro de los distintos campos de actuación hay diferentes posturas, disparidad de aceptación de diversas hipótesis, y voces altamente cualificadas que desean incorporar ó reformar diversos aspectos de la Teoría, pero esto no es más que una prueba de su amplitud y de su utilidad y no se ha formulado ningún parámetro que intente anular el proceso evolutivo de las especies, lo que no quita ni un ápice de interés a todos los intentos de sumar nuevas formas de interpretar y ver el proceso biológico de la evolución. Sin entrar en formulaciones o palabrería que le es propia a las cuestiones científicas y que nos podrían resultar difíciles de asimilar, lo que es aceptado de manera universal es el HECHO EVOLUTIVO y por decirlo de manera llana simplemente hay ciertos debates sobre como, a que velocidad ó bajo qué parámetros se ha ido desarrollando; y si el proceso evolutivo puede ser causado por diferentes mecanismos, tales como la selección natural, la deriva genética, la mutación y la migración o flujo genético, pero nadie dentro del mundo de la ciencia pone en duda la evolución.
Otra de las formas de intentar desprestigiar la Evolución es la tan machacona petición que se le hace a la ciencia sobre que esta muestre “el eslabón perdido”. El problema es que cada vez que la arqueología o la antropología han descubierto un nuevo ejemplar de fósiles que sirvieran de unión, de escalera que pone la evidencia innegable del proceso evolutivo, los negacionistas no son capaces de ver la unión y solo constatan que donde antes había un hueco ahora para ellos hay dos. Me gustaría intentar exponer este tema con una analogía que cuando la escuché por primera vez me explicó de una manera bien sencilla el sinsentido de la búsqueda de ese eslabón perdido.
      Todos sabemos que nuestra lengua procede del latín, de la misma manera que el italiano o el francés por poner solo dos ejemplos, y podemos ver claramente como es un proceso evolutivo si acompañamos al idioma a través de su viaje por el tiempo. El latín nace en la antigua Roma y aún hoy día es usado en disciplinas como el derecho o para nombres científicos, pero su extensión por el imperio le hizo evolucionar hasta llegar a los idiomas que son oficiales hoy en día. Los primeros escritos que nos han llegado son del siglo VII a.c., y ya antes de nuestra era había evolucionado a formas diversas entre las que estaban el latín literario, el estándar y el vulgar. La unión que tuvo con diversas lenguas vernáculas de los lugares donde se fue implementando le hizo evolucionar y de paso enriquecerse hacia las lenguas romances. Tras la caída del imperio romano, el latín queda anclado simplemente como lengua escrita y los diferentes pueblos que lo hablaban fueron evolucionando hacia nuevos idiomas con todos los elementos lingüísticos que iban sumando, por ejemplo el español recibiría el importantísimo aporte de las lenguas árabes tras más de siete siglos de contacto directo y la extraordinaria contribución de las lenguas indígenas con la colonización de las tierras americanas. De hecho y a pesar de tener las mismas aportaciones, la cuestión simple de cómo se produce una evolución por meras cuestiones geográficas es bien visible en la península ibérica, donde se evoluciona hacia idiomas tan dispares como el catalán, el gallego o el portugués, de la misma manera que solo por cuestiones geográficas y de aportes culturales propios de cada zona es explicable, que el mismo idioma evolucione de manera tan diferente y a día de hoy sea tan diferente la forma de hablar de un mexicano, un peruano, un brasileño, un argentino ó un hispano residente en EEUU. Esta evolución del lenguaje, es aplicable en una visión sobre la evolución de las especies y pedir que se revele un “eslabón perdido” es lo mismo que pedir que se muestre una madre que hablase latín y que hubiera tenido un niño hablando ya español ó francés.


Me gustaría acabar con una defensa de la figura de Darwin, al que se ha demonizado como el inventor de una teoría demoníaca. Charles Darwin fue quien sintetizó un cuerpo coherente de observaciones que consolidaron el concepto de la evolución biológica en una verdadera teoría científica, pero ya en su primera edición dejo constancia de cuales eran sus precursores. Por que si bien fue él quien desarrolló y  publicó la Teoría de la Evolución, la semilla de esa idea ya había sido sembrada desde tiempos inmemoriales. Así,  Anaximandro (610-546 a. C.) propuso que los primeros animales vivían en el agua y que los animales terrestres fueron generados a partir de ellos. Empédocles (490-430 a. C.) escribió acerca de un origen no sobrenatural de los seres vivos, sugiriendo que la adaptación no requiere un organizador o una causa final.  Aristóteles (384-322 a. C.), uno de los filósofos griegos más influyentes, expone las relaciones existentes entre los seres vivos como una scala naturae (tal como se describe en Historia animalium) en la que los organismos se clasifican de acuerdo con una estructura jerárquica, «escalera de la vida» o «cadena del Ser», ordenándolos según la complejidad de sus estructuras y funciones, con los organismos que muestran una mayor vitalidad y capacidad de movimiento descritos como «organismos superiores.
Algunos antiguos pensadores chinos expresaron ideas sobre el cambio de las especies biológicas. Zhuangzi, un filósofo taoísta que vivió alrededor del siglo IV a. C., mencionó que las formas de vida tienen una habilidad innata o el poder para transformarse y adaptarse a su entorno. Según el taoísmo se niega explícitamente la fijeza de las especies biológicas y los filósofos taoístas especularon que las mismas han desarrollado diferentes atributos en respuesta a distintos entornos. De hecho, el taoísmo se refiere a los seres humanos, la naturaleza y el cielo como existentes en un estado de «constante transformación», en contraste con la visión más estática de la naturaleza típica del pensamiento occidental.
Jean-Baptiste Lamarck (1744-1829) formuló la primera teoría de la evolución. Propuso que la gran variedad de organismos, que en aquel tiempo se aceptaba que eran formas estáticas creadas por Dios, habían evolucionado desde formas simples; postulando que los protagonistas de esa evolución habían sido los propios organismos por su capacidad de adaptarse al ambiente: los cambios en ese ambiente generaban nuevas necesidades en los organismos y esas nuevas necesidades conllevarían una modificación de los mismos que sería heredable.
Al final, Charles Darwin publicó “El origen de las especies” impulsado sobre todo por una carta de Alfred Russel Wallace, en la cual revelaba su propio descubrimiento de la selección natural, pero este descubrimiento a buen seguro se habría producido mucho antes si no hubiera habido más de doce siglos de oscurantismo religioso que obligaba al hombre a vivir de espaldas al sentido común y en completa ignorancia sobre todo aquello que se atreviese a contradecir un inútil texto sagrado.
            Y a día de hoy, aún hay gente que niega los HECHOS y las EVIDENCIAS que nos muestran la arqueología, la genética, la biología, la antropología y muchas otras ciencias, y a cambio nos ofrecen la fábula de un ser divino cogiendo un puñado de barro, dándole forma humana e insuflándole la vida a través de la nariz, para al poco tiempo darse cuenta de que estaba incompleto y buscarle una “ayuda” para lo que le hizo entrar en un profundo sueño y tomando una de sus costillas crear a la mujer. Pues vale.

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